Escucho por una radio mientras veo el partido por TV que " los arbitrajes en este sudamericano Sub 20 han sido horrorosamente malos". En verdad no me imagino como podrían haber sido horrorosamente... buenos..., pero al margen de la redundancia suprema, el concepto es verdad.
También es efectivo que si esta vez el juez ecuatoriano no midió con la misma vara a los chilenos que a los paraguayos, en otro capítulo del torneo un árbitro colombiano se equivocó claramente a nuestro favor, como en el empate ante Brasil.
La Roja chica, al final, clasificó al Mundial junto a argentinos, brasileños y uruguayos, quedando fuera venezolanos, peruanos, colombianos, ecuatorianos, bolivianos y paraguayos, por mucho que los guaraníes nos hayan ganado hace algunos minutos. La cosecha es al menos satisfactoria.
Quedamos marginados de los Juegos Olímpicos, porque para ello deberíamos haber sido primeros o segundos... pero fuimos solo cuartos.
Tuvimos en suelo paraguayo un equipo de tremenda moral combativa, lo que es mérito del entrenador, pero lleno de imprecisiones, descontrol, cambios equivocados, jugadores en la banca que luego demostraron porqué debieron haber sido titulares siempre, junto a muchos altibajos, todas circunstancias no ajenas tampoco a la influencia de la Dirección Técnica.
Pero vamos al segundo mundial consecutivo, lo que no está mal, tras una campaña irregular con gusto a poco. Fue un pésimo comienzo, luego con puntos altos como la goleada a Colombia, y desencantos en el empate ante Uruguay por la forma en que derrochamos dos puntos, y el encuentro de hoy ante los del país organizador.
Horas antes, en Australia, Fernando González después de dos semanas rutilantes caía ante el número uno del mundo y seguramente el mejor tenista de la historia, Roger Federer.
Si tomamos en cuenta lo que cuesta ser Top Ten y pensamos que infinidad de países no tienen a sus tenistas ni entre los cincuenta o los cien primeros, lo de González es un lujo, que ojalá se refrende dentro de poco en La Serena en Copa Davis frente a los rusos.