El cuasi niño, Lionel Messi
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LUNES, SEPTIEMBRE 16, 2013
En mis primeros años en televisión, cuando me resultaba incómodo someterme incluso al necesario maquillaje diario antes de presentar las noticias, un famoso estilista en peluquería se me acercó para proponerme un peinado distinto, moderno y con matices propios.
Ante mi reticencia, me señaló que el trabajo sería muy beneficioso para mi carrera, sin costo, y dijo que por el solo hecho de exhibirlo ante las pantallas él se sentiría recompensado.
A duras penas acepté, por lo cual una tarde asistí a su estudio y me senté en su sillón sin mayores expectativas, pero pensando que tal vez al hacerlo me pondría a tono con las necesidades estéticas de mi cargo.
Fue una larga sesión en que mi cabello fue sometido a una suerte de suplicio en que como epílogo se me puso una pasta especial para consolidar, aquella para mi, máscara capilar superior.
El profesional dictaminó una serie de preparados que yo debía usar obligatoriamente a diario para mantener su creación, la que sería debidamente valorada por los tele-espectadores dada su categoría de “el peluquero de los famosos”.
Eran las 5 de la tarde y mi aparición en cámara iba a ser a las 20. 30 horas de aquel martes, en los estudios del antiguo Canal 9 de la Universidad de Chile.
Grande debe haber sido la decepción del estilista al ver junto con el comienzo de Pantalla Noticiosa, que su nuevo cliente aparecía con el mismo minipeinado de la noche anterior, propio de un tipo que empezó a perder pelo a los 25 años de edad y al cual ese hecho no le importaba en lo más mínimo.
¿Qué había pasado? Sucede que entre el término de la sesión de peluquería y mi viaje al estudio de TV, me había juntado con la en ese entonces mi novia, esposa desde hace ya casi 44 años, (en 2018 ya irán 48) quién al verme con el nuevo look montó en cólera y casi sin preámbulo me señaló tajantemente que en ese mismo instante yo debía decidir entre mantener ese nuevo “peinado ridículo” o seguir cortejándola.
Convencido, con razón, que ella tenía todas las de ganar, lo siguiente fue permitir que me deshiciese en un minuto en plena calle y con sus propias manos la “creación” del estilista.
Recordé el caso, al ver como actualmente los varones no solamente exageran el cuidado de su cabello, aparte que algunos usan prendas tan femeninas como aros, sino que además son dados a la cirugía estética, que en mi opinión ya me resulta inconveniente incluso en las mujeres.
Pienso que si nosotros, frágiles seres humanos, estamos expuestos a intervenciones quirúrgicas constantes por problemas que van desde operaciones cerebrales insoslayables, pasando por toda una gama de ellas vinculadas con problemas de corazón, hígado, páncreas, columna y decenas de posibilidades más, resulta un exceso complicarnos la vida con cirugías no imprescindibles.
Incluyo en el concepto los cada día más populares tatuajes, que desde mi perspectiva son una excelente manera de “tentar al diablo”, exponiéndonos a infecciones y otros males, por no usar nuestro PC o un simple papel en lugar de nuestros brazos, pecho o espalda, como cuadernos de dibujo.
Se dirá que son los tiempos. El argumento no me convence y prefiero quedar de anticuado.