En mi larga trayectoria radial, me identifiqué claramente con Radio Minería, en la que trabajé durante 21 años en total. Pero hubo un período intermedio, durante 1977 y 1987, tiempo en el cual laboré en Radios Agricultura, Nacional de Chile, Nuevo Mundo y Carrera.
La anécdota que revelo ahora es de esos años y tiene relación con la transmisión de la entonces famosa Vuelta Ciclista de Chile, con participación de connotados especialistas tanto chilenos como internacionales.
En esa circunstancia Radio Minería era nuestra competencia y había que restarle sintonía. Esa emisora tenía sí una ventaja. Narraba año tras año la Vuelta Ciclista completa. Nosotros, en Radio Nacional, simplemente transmitiríamos la última etapa, la de la llegada a Santiago.
Esa jornada final de 1996, o sea un año antes de mi retorno a Minería, la iba a acometer partiendo en un Móvil desde la localidad de San Bernardo, a 20 kilómetros de Santiago, siguiendo a los competidores hasta el Estadio Nacional. Pero sucedió un hecho no contemplado por cierto. Aquella jornada deportiva se inició con una hora de anticipación.
Cuando lo supimos, no me quedó más que subirnos con el conductor del Móvil al vehículo, que se encontraba en el centro de nuestra ciudad-capital. Entonces me puse los fonos (auriculares) escuchando Radio Minería y repitiendo en la medida de lo posible lo que ellos narraban siguiendo a los pedaleros metro a metro de la ruta, mientras que nosotros recién partíamos al encuentro de la caravana.
El inconveniente era que nuestro vehículo iba en busca de los deportistas en contra de la dirección de la carrera. Los ciclistas de sur a norte. Nosotros de norte a sur y a considerable distancia.
Pero, en fin: no había alternativa.
Todo iba relativamente bien hasta que nuestro Móvil llegó a una plaza de peaje, entonces situada entre Santiago y San Bernardo, en que necesariamente había que detenerse, pagar y luego de abierta la barrera... seguir.
Nunca olvidaré el rostro del cajero, quién veía estupefacto mientras mi compañero chofer le entregaba los billetes y recibía el papel de recibo, como un tipo (yo) al parecer enajenado, relataba la carrera en contra de la dirección que ella llevaba y sin que ni de cerca ni de lejos se viera algún ciclista.