El gran Alfredo Di Stefano, el argentino que fue un astro mundial no lejano a los atributos notables de Pelé o Maradona, dijo una vez consultado acerca de cómo se siente a su avanzada edad, que lo principal radica en que "no me falla la azotea", remarcando con ello su claridad mental por sobre sus achaques generales.
A la Selección Chilena de Fútbol, en cambio, le falla la azotea. Es inconcebible que estrellas que destacan en el fútbol mundial, en conjunto jueguen tan mal. También es irritante que en las derrotas frente a Colombia de local y hoy ante Ecuador en Quito, nunca hayamos sabido a qué estaba jugando o tratando de jugar Chile.
Como broche de lata, es increíble que cuando confiábamos en que por velocidad y otras condiciones remarcables una carta de triunfo sería Eduardo Vargas, "la azotea" haya decidido poner como recambio a Junior Fernandes (con s y sin acento), lo que nos recuerda el viejo chiste español, aquel de que si muero en Barcelona que me entierren en Madrid y si muero en Madrid que me entierren en Barcelona...por joder. A Vargas lo incluyeron cerca del final, ya con el barco a la deriva.
Pareciera que Claudio Borghi, nuestra azotea, se esmerara en dar golpes de efecto como aquel de vacilar mil veces antes de dar a conocer el equipo titular, desconcertando a sus propios dirigidos.
Sucede que Chile terminó con 9 jugadores por expulsiones de Contreras y de Vidal, en actitudes impropias de deportistas de esa prosapia y experiencia. Pero de qué nos quejamos: la azotea, o sea Borghi, impuso las malas costumbres, al generar durante y tras el partido ante Venezuela una serie de situaciones que lo mantienen imposibilitado de dirigir desde la banca.
El entrenador objeta el castigo, aun cuando las imágenes de aquel cotejo demuestran que se hizo acreedor a alguna sanción, aunque no hubiera expresado frases xenófobas contra el cuarto árbitro de raza negra.
La inconducta existió. Entonces, si el DT pierde la compostura, ¿qué queda para los jugadores?
Cuando Chile ganó a Bolivia y Venezuela, tampoco jugando bien, aunque quedaba momentáneamente al tope de la tabla sudamericana, Borghi hizo exagerado alarde de esa situación, por lo que cabe que tras el desastre de Quito (NO LA DERROTA EN SI, SINO LA MANERA DE ENCARAR EL ENCUENTRO), el Director Técnico dé alguna explicación, porque no se trata de esas "cosas del fútbol" sino de una demostración elocuente de falta de timón.
Por cierto no es responsabilidad del técnico ayudante que estuvo en la banca, sino de quién durante la semana preparó supuestamente estrategias y tácticas.
Cuando se gana, a los DT se les perdonan declaraciones controversiales. pero como estamos perdiendo y vemos que es con una generación de futbolistas de exportación, resulta el momento adecuado de cobrarle a Borghi palabras tan lamentables como decir que él no cuenta con un abanico de posibilidades de selección, debido a que Chile es un país muy chico, como si Uruguay con tres millones de habitantes no hubiera sido nunca campeón del mundo y como si China con mil trecientos millones, lo fuera cada cuatro años.
Este no es un análisis del partido en sí, sino una pequeña exteriorización de pesar, ante una actuación muy débil de los rojos, en que perdimos 3-1, pero en que no hubiera extrañado que por el tenor del encuentro nos hubiesen goleado.
¡El martes recibiremos a Argentina!
Hará falta un lavado de cerebro para que las huestes nacionales recobren algún grado de confianza, porque peor que hoy no se puede jugar.
Los lectores de estas páginas saben que no soy uno de los llamados "viudas de Bielsa" y que sostengo que el entrenador actualmente en Athletic de Bilbao se fue porque quiso y que nadie lo echó, pero es justo decir que en los peores momentos de su mandato, cuando fuimos derrotados en casa por Paraguay y Brasil consecutivamente, jugamos a algo. Hoy, simplemente dimos lástima.