miércoles, enero 30, 2019

Para quienes niegan el Holocausto

Para quienes estuvimos envueltos en el llamado Holocausto, aunque en mi caso "muy protegido" por cuestión de edad y de suerte, resulta asombroso e irritante comprobar como cada cierto tiempo se levantan voces que niegan la existencia de esa atrocidad. Por tanto me permito reproducir una entrada publicada en este blog en el año 2013, en respuesta esa vez a la petición de una lectora.


LUNES, OCTUBRE 21, 2013

Mis raíces trágicas


La amiga bloguera AleMamá me ha pedido que narre mi nacimiento alemán y el traslado poco después a Chile, en medio del fragor de la segunda gran guerra.   
Pese a que en varias ocasiones he deslizado matices de esa experiencia temprana con sus consiguientes consecuencias, trataré de hacer un recuento de tiempos de aflicción para gran parte del mundo.

Nací en enero de 1936 en la ciudad bávara de Neu-Ulm, pese a que mis padres residían al otro lado del Danubio, en Ulm, (a secas) del estado de Baden-Württemberg, pero dada la persecución ya empezada en 1933 a los judíos, junto con el advenimiento del nazismo, no fue posible que mi madre encontrara en su ciudad de residencia algún establecimiento clínico que quisiera atenderla.

Así y todo, recién venido al mundo, una auxiliar del hospital en que vi la luz, quiso llevarme lejos del ámbito de mi mamá, seguramente con  malévolas intenciones, todo sea  para cumplir con los designios del tirano de bigote, en el sentido que los judíos merecían la muerte.

Claro, habría sido muy fácil exterminar a un bebé recién nacido. Afortunadamente el médico a cargo le “paró los carros” a la fanatizada mujer y esa fue mi primera sobrevivencia.

Mi padre fue llevado un año después al campo de concentración de Dachau, también por el solo delito de ser judío, mientras mis abuelos por padre y madre pugnaban junto con el resto de la familia para poder conseguir  visa a los Estados Unidos, donde meses después partieron con algunos de mis tíos y primos. 
El resto de la familia trataba de encontrar algún país de acogida, incluyendo las gestiones de mi madre, que abría alguna opción para nosotros tres en lugares tan disímiles como Australia, Bolivia, Argentina, el propio Estados Unidos, Perú y Chile.

Era un “recreo” pre-guerra en que a los judíos en campos de concentración se les permitía salir del país, por cierto con entrega total de bienes. En esas condiciones “lo que saliera primero”.

De modo que por esas cosas del destino, hoy soy chileno a mucha honra, como pude haber sido boliviano, australiano, estadounidense, peruano o argentino. Comprenderán mis amables lectores el por qué de mi aversión a todo nacionalismo extremo y a cualquier descalificación  de toda nacionalidad, religión o raza.

Junto con el nacimiento del mes de septiembre de 1939, el puerto de Hamburgo fue escenario de la partida de mi madre, mi padre y yo-entonces de 3 años de edad- rumbo a lo desconocido, pero estábamos salvando la vida, porque horas después estalló la Segunda Guerra Mundial y junto con ello ya nadie podría salir del país, salvo para combatir.

Los campos de concentración se convirtieron en campos de exterminio. Personeros de la GESTAPO subieron a nuestro barco para hacer bajar a todos los pasajeros de origen judío, pero en una actitud valiente y elogiable el capitán chileno del Copiapó, de la Compañía Sudamericana de Vapores, se negó y los individuos  armados, sorprendentemente se bajaron. Fue mi segunda sobrevivencia.

Tras un mes de viaje en un barco de carga, adaptado especialmente para trasladar a los últimos chilenos que querían escapar del infierno, a sacerdotes católicos también perseguidos por Hitler y una treintena de judíos, el Copiapó llegó a “la tierra prometida”,  sin que mis padres supieran una palabra de español y con oscuridad total acerca de su futuro en tierra extraña, pero lo principal era que los tres estábamos bien y juntos.

Horas después del viaje en tren desde Valparaíso a la capital, mi padre empezó a tirar líneas acerca de su trabajo futuro, con vinculaciones a la agricultura, sector donde se desempeñaba en su nación natal. Estaba por llegar la ayuda económica de un familiar residente en Portugal, que fue la palanca para nuestra inserción en tierra chilena.

No. No se trata de la foto de ningún equipo deportivo, sino de niños usados como conejillos de indias en campos de experimentación "médica" y de exterminio. Y pensar que hay quienes dicen que el holocausto es mentira. Varios de mis antepasados no tuvieron la suerte de mis padres y mía de poder salir a tiempo de esa Alemania de horror.

Cuando tiempo después empecé a ir al colegio, mis compañeros de curso se reían de mi incipiente español, agravado por el hecho que yo mencionaba lugares como la localidad de Colina, como Cólina, tal como se referían a ella mis padres en relación a que allá vivían unos amigos, también venidos en el barco.

Vivíamos cerca de una calle de la comuna de Providencia llamada Mar del Plata, a la que mis papás decían así en adaptación a la pronunciación de alemanes, Ma del Plata (sin ere) lo que también provocaba risotadas  en mis condiscípulos al repetir yo esa expresión.

Pero no quiero prolongar eternamente este recuento. Solamente sintetizo expresando que a mis 19 años, tras malas experiencias comerciales mis padres decidieron volver a Alemania, apenas 10 años después de terminada la conflagración mundial, al recibir la restitución de pertenencias y derechos comerciales que nos fueron quitados en 1939 . Pero yo decidí quedarme en Chile.

En el curso de mi carrera profesional, ya felizmente casado con chilena y católica, pude visitar a mis padres, previo a un accidente automovilístico que en 1973 costó la vida de mi  papá, tras un mes en el hospital. 

A sus 80 años de edad mi mamá sufrió hemiplejia, por lo cual la trajimos a Chile donde pasó los últimos 8 años de su vida en precarias condiciones físicas y mentales, pero atendida maravillosamente por mi esposa en calidad de autentica hija.

En suma, reconozco que en perspectiva, mi vida tiene aspectos que parecen en algunos de sus trazos sacados de una novela, pero que obedecen a una secuencia de luces y sombras, al final de cuentas. Creo verdaderamente que, pese a todo, más de las primeras.

En lo religioso, mi esposa es ferviente católica y yo no practico la religión judía aunque me siento absolutamente vinculado a su historia, mientras que de mis tres hijos, la mayor es copia de su madre y los dos restantes son más bien librepensadores, aunque mis nietos son educados en la fe cristiana.

Cumplo contigo, apreciada AleMamá, y reconozco que esta historia de vida, resumida al máximo y con notorios saltos en el tiempo, al exponerla públicamente, me ha costado menos plasmarla en forma escrita que lo que hubiera imaginado.

sábado, enero 19, 2019

Uruguay "nomá"


     

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                                                  La magnificencia de Punta del Este

De pequeño me sorprendía lo que se contaba del Uruguay deportivo, dos veces Campeón Olímpico de Fútbol y ganador del Primer Mundial de la historia en 1930. 
A mis 14 años y tras la eliminación en primera fase de Chile, yo seguía con interés lo que hacía la celeste de Máspoli y el negro Rodríguez-Andrade en su caminar medido pero convincente rumbo a la final del Mundial 1950 en Brasil. Pero por esos tiempos no era cuestión de encender un televisor y ver a los astros del fútbol desarrollar sus destrezas. Las transmisiones radiales eran las únicas que en directo nos relataban lo que acontecía en el certamen máximo. Mientras el equipo local apabullaba a sus rivales, los charrúas, incluso con un difícil empate a cuestas, aparecieron de súbito jugando el encuentro decisivo en el Maracaná de Río y bien sabemos lo que pasó. 

La sobresaliente verdeamarela a quién incluso le bastaba una igualdad para campeonar, sucumbió uno a dos, ante 200 mil de sus compatriotas que colmaban el estadio, desatando la natural euforia en su país vecino, entonces de tres millones de habitantes y decepción enorme hasta con suicidios en la población brasileña. 

El llamado "maracanazo" lo viví de un modo muy particular e impensable para nuestros tiempos, en el Estadio Nacional de Santiago, mientras jugaban por el torneo local Colo Colo y Magallanes, pero los altavoces del coliseo traían la narración de Gustavo Aguirre del encuentro final del Mundial. Al terminar el partido "por radio"la gente gritaba alborozada porque el aparentemente más débil había doblegado al gigante, mientras 22 futbolistas chilenos no se explicaban qué pasaba y seguían buscando su propio gol en el desatendido cotejo sobre el césped del principal campo deportivo de nuestro país. 

En mi primera visita a Uruguay en 1982 recordaba ese relato de Aguirre,  porque yo había viajado para narrar, teniéndolo a él como comentarista (tremendo honor) un partido de las selecciones nacionales de Uruguay y Chile en preparación para el Mundial de ese año en España. El único gol que aquella tarde en el Centenario de Montevideo pude gritar brevemente fue uno chileno que no fue validado por el árbitro y  los contendientes empataron finalmente 0 por 0. 

Les muestro un trozo de aquella narración que hice entonces para Radio Nacional de Chile, con aquella fallida conquista, invalidada con justicia, porque efectivamente fue lograda en posición fuera de juego, por más que el hecho me hubiera causado en su momento una lógica decepción, detectable en el tono de la voz (hacer click en el link ubicado al final de este posteo).


La rápida incursión en tierras uruguayas no me privó hace 37 años de dos placeres: 1.- Viajar por el día a Punta del Este en un tour turístico. 2.- Consumir con agrado "el copetín" que era una serie de platillos con deleites de toda especie que desplegaban sobre las mesas de los restaurantes. 

Al volver a Uruguay hace poco, descubrí que esos "copetines" ya no existen, pero confirmé con asombro que tal como en 1950 los uruguayos siguen siendo solamente tres millones...y algo.

Esta vez junto a mi esposa y mi hija Paulina disfruté plenamente de mi visita a las tierras de Artigas. El Montevideo hermoso y acogedor y ese imponente Punta del Este que de su condición de cuasi aldea pero ya muy cotizado en el lejano 1982 en que lo conocí fugazmente, se ha convertido hoy en un balneario de figuración mundial, con bellísimas playas, llamativa arquitectura y algo que significa su mayor plus: la calidéz de su gente, tal como la de Montevideo.

En otro aspecto, me convencí que al automovilista generalmente mal mirado en Chile se le respeta y los  peatones pueden convivir pacíficamente con los coches. Mientras resulta imposible que a unas tres cuadras en cualquier playa chilena sea factible el estacionamiento de un auto, y si se logra es a costa de un pago nada de barato, en Uruguay se puede dejar el vehículo tranquilamente hasta unos metros antes de bajar al mar y sin costo. En mi país se ha creado una cultura de culpar de todos los males a los conductores, instándolos a dejar sus autos en casa y ocupar el servicio de locomoción pública que sigue siendo irregular y poco confiable, más todavía en Santiago. 

Son muchos los temas que podría tocar elogiando a los uruguayos, empezando por su gran amor por sus mascotas que los acompañan por todas partes muy cuidadas y queridas, mientras que por contraste en Chile tampoco hemos podido solucionar el drama de los perros vagos.

Para no cansar, solo quiero exteriorizar mi reconocimiento a Marcelo Kaplan, (https://www.booking.com/hotel/uy/apartamento-loft-punta-del-este.es.html) propietario  del departamento en Punta del Este  el que afortunadamente escogimos entre la enorme gama de posibilidades de alojamientos existentes en Internet,  quién con esmero y dedicación nos hizo aún más grata nuestra estada.

Finalmente refiero una anécdota que para los chilenos acostumbrados antes de la Navidad a ver decenas de viejitos pascueros por sus calles, es llamativa. El 6 de enero en plena Plaza de la Independencia de Montevideo pudimos ver a los Reyes Magos quienes ese día reparten los juguetes a los niños uruguayos. Mientras causaban expectación entre los chicos, una señora entre en serio y en broma le comentaba a una amiga: "Me dan ganas de decirles a esos desgraciados que cuando pequeña nunca me trajeron nada"!!!!

AUDIO DEL RECUERDO: Gol anulado a Chile en amistoso disputado en Montevideo, Uruguay, en 1982: https://soundcloud.com/esteban-lob/gol-anulado-1982

martes, enero 01, 2019

"Termina nuestra primera transmisión del día"



Así yo escuchaba de niño en mi receptor de radio, por entonces enorme y ruidoso. En los años 40 del siglo XX, era habitual, más bien dicho sucedía  a diario, que las radioemisoras chilenas terminaran su "primera transmisión del día" , invitando a los auditores a volver a acompañar ese esfuerzo "cuando iniciemos la segunda transmisión a las 15 horas" (supongamos).

Recuerdo esos tiempos tan lejanos e increíbles hoy en día, porque haciendo una comparación, este blog finaliza por ahora sus transmisiones y hace un alto.

Debido al cese indicado, durante este período de pausa tampoco comentaré en mis blogs amigos, al no tener la certeza de una comunicación  adecuada.

Simplemente les invito a volver "a este punto del dial" por ahí
a fines de enero.

Por ahora, que tengan todos un gran 2019.


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