Recordaba en otro post, la época en que yo trabajaba simultáneamente en televisión, radio y un diario, aparte de ser libretista del Servicio Alemán de Documentación, de la Embajada de Alemania. Fueron años muy buenos en desarrollo profesional y económico. Pero lo que quedó "para el chanchito", lo perdí en gran parte por la debacle de los Fondos Mutuos, que tuvo lugar a comienzos de la década de los 80.
Como miles de chilenos, invertí en esos instrumentos, confiando en la solidez del sistema. Incluso una semana antes del derrumbe, un ex triministro de Estado, llamaba en inserciones en la prensa, a depositar en determinados papeles de esa especie, aduciendo factores de "tranquilidad, seguridad y confianza" y para mayor claridad firmaba aquella propaganda, como Presidente de una entidad financiera.
De modo que en tiempos en que trabajé por factores de juventud, prestigio y moda más y mejor que nunca, la mayor parte de lo invertido como remanente de tanto esfuerzo de sol a sol y de lunes a domingo, se hizo agua de un plumazo.
Afortunadamente no quedé en la miseria, como miles de otros incautos que perdieron toda su jubilación o todos sus logros, de años de intensa labor.
Es una historia que me ha hecho recordar por décadas a aquel personaje, supuestamente experto en finanzas, que pese a haber estado plenamente al tanto de la catástrofe económica que se avecinaba, seguía invitando a invertir en aquellos fondos mutuos.
Al cabo de décadas, creo que fue en el último año de transmisiones de Radio Minería, me correspondió atender en calidad de editor de prensa, el llamado telefónico de un señor de apellido conocido. Apellido que coincide con el nombre de una cadena actual de supermercados, pero con una letra S. de yapa y con cremillas sobre una de las letras.
No lo podía creer. Yo estaba hablando con el mismo individuo que me hizo perder todo lo ahorrado en mi época de vacas gordas, y lo que es peor, significó la indefensión total de miles de personas que creyeron en su invocación a invertir por "seguridad, tranquilidad y confianza".
El sujeto en cuestión me solicitaba en su calidad de Decano de una Facultad de Economía, la promoción de una actividad próxima.
Tuve entonces una lucha interior rápida. Le decía lo que me atragantaba por años, o recordando que estaba atendiéndole como representante de Radio Minería, me guardaba conceptos y no personalizaba la conversación.
Finalmente primó mi disciplina funcionaria y no obstante mi falta de cordialidad con él, me tragué los improperios en su contra, que tenía almacenados por años.