Carabineros de Chile en control de caminos
Recientemente una conocida animadora de televisión fue sorprendida manejando su automóvil en estado de ebriedad, lo que Carabineros de Chile, que es nuestra policía uniformada, califica realizando el llamado alcotest. Este elemento permite establecer también la diferencia entre conducir bajo los efectos del alcohol o, lo que ciertamente es más grave, hacerlo dentro de los parámetros descritos más arriba.
La interpelada fue impedida, por supuesto, de seguir conduciendo en ese acto y luego sometida al juicio normal que cualquier ciudadano debe afrontar en casos semejantes. Reconoció "su error" y juró a los cuatro vientos que nunca más le pasaría.
Como se trataba de un caso de una personalidad televisiva, el hecho despertó todo tipo de reacciones, la mayoría de condena por su condición de supuesto ejemplo ciudadano y otras de apoyo, porque "quién no ha manejado alguna vez en esas condiciones" como expresaba en un diario uno de sus admiradores. Se trataba de una aseveración destemplada, naturalmente de alguien que está convencido que su propia indolencia e irresponsabilidad es mayoritaria en el proceder de los chilenos, punto al que afortunadamente no hemos llegado.
En todo caso el desliz de la animadora sirvió para reactivar una vieja discusión, basada en innumerables casos anuales que se producen en este país con muertes y lesionados graves con secuelas muchas veces para toda la vida, debido a accidentes de tránsito
Lo sensible es que esos "accidentes" generalmente no son tales en propiedad, sino consecuencias de mala conducción al volante o descuido del peatón, generalmente en ambos casos debido a la ingesta de alcohol.
El endurecimiento de penas no ha servido aparentemente en debida forma para cambiar hábitos en la materia, ni siquiera con la aplicación de la llamada popularmente "Ley Emilia, que fue motivada por un individuo que a exceso de velocidad chocó su vehículo matando a una indefensa niña de ese nombre, quién iba junto a sus padres en el auto de adelante que resultó colisionado.
Lo peor en estos casos es escuchar disculpas similares a miles de anteriores y la aparición espontánea de defensores de lo indefendible.