Recuerdo los Juegos
Olímpicos de 1948, también efectuados en Londres. Yo tenía 12 años de edad y me
conmovía con las hazañas de los deportistas vía diarios y la desaparecida
revista Estadio, pero sobretodo por la magia de la radiodifusión.
Era para no creer que
la misma BBC que desde sus poderosas ondas cortas nos hacía llegar hasta pocos
años antes las noticias de la Segunda Guerra Mundial, ahora llenara nuestras
mentes de fantasía, al poder imaginar con emocionantes relatos la forma en que
los atletas provenientes de tantos países daban curso a sus éxitos.
No olvido las
menciones a la digna actuación del básquetbol chileno en la fiesta aquella, en
una ciudad que pocos años antes en lugar de vibrar con tan diversas justas
deportivas, recibía desde el aire andanadas de terror enmarcadas en un
despiadado bombardeo, mientras su líder político, Winston Churchill, solamente
podía ofrecer a la consternada población, sangre, sudor y lágrimas. Pero
súbitamente todo había cambiado.
Por supuesto todavía
no habían nacido los cómodos radioreceptores con batería o pilas.
Ubicado junto al mismo
aparato de enorme tamaño en que mi padre seguía hasta 3 años antes la
transmisión en alemán de la misma BBC, con el recuerdo de su propia estada en
un campo de concentración nazi, mientras vibraba con el avance de las tropas
aliadas contra Hitler, yo ahora me alborozaba con el relato espectacular en
castellano de un narrador bonaerense de la emisora británica, quién a voz en
cuello y a pocos metros de la meta ya anticipaba que “un argentino va a ganar
la maratón”. Era Delfor Cabrera, medalla de oro en la prueba de los 42
kilómetros, a la que solamente con los años le íbamos a cambiar el género y
llamarle “él” maratón.
El hecho es que para
mis 12 años de edad eso de la radio era mágico y los JJ.OO. de Londres 1948,
quedaron en mi recuerdo como una hazaña del deporte…y de las comunicaciones.
Imaginen lo que siento
en nuestros días, con estos nuevos juegos en tierra británica, después de haber
estado por más de medio siglo en el mismo mundo de las comunicaciones, cuando
los satélites son capaces de traernos las diversas pruebas en fantástico color,
en grandes televisores planos y con un enorme despliegue periodístico pre y
post competencia. Días en que nuestros nietos, desde los 4 años, son capaces de
generar en pequeños aparatos de bolsillo las mismas imágenes.
Pero hay una inmensa
diferencia. Ellos nacieron en este marco alucinante de las comunicaciones. En
cambio, nosotros los de más de 7 décadas de existencia, no salimos todavía del
asombro que todo esto nos produce, recordando que somos de los tiempos en que
la gran novedad eran los discos de 78 revoluciones por minuto, que al caerse se
quebraban y que al sonar en las viejas victrolas se pegaban y Gardel se quedaba
cantando el tango Volver, “con la frente marchí…marchí…marchí…marchí…marchí….