Trato de no mezclarme en política en este blog. Dicen, con razón, que discutir sobre ella o sobre religiones, menoscaba las amistades.Sin embargo mi decana pasión futbolera, me hace desde esa visión, celebrar la forma en que el nuevo presidente de Argentina intercambió palabras, en su conferencia de prensa inicial, con uno de sus interrogadores.
Sabida es la pertenencia de Mauricio Macri a Boca Juniors, uno de los dos clubes más populares de su país.Fue su máxima autoridad en tiempos de gloria, en que Boca obtenía a nivel internacional los más importantes galardones.
También es conocida la animadversión que los partidarios de Boca tienen por su clásico rival, River Plate, y viceversa. Es como en España la que sienten los de Barcelona por los del Madrid, o al revés, o en Chile los de Colo Colo por la U, o al contrario.Vale igualmente para Alianza Lima- Universitario en el Perú o para Peñarol-Nacional en Uruguay.
Son enconos que quisiéramos enmarcados en una rivalidad más light, pero la realidad no es así. Por ello cuando un periodista, abandonando todos los temas en discusión y en presencia de centenares de reporteros argentinos y de todo el mundo, ante la sorpresa general, se atrevió a preguntar si acaso el presidente electo iba a apoyar a River en diciembre cuando en el Mundial de clubes enfrente a Barcelona se produjo cierta inquietud. "No seas malo" expresó Macri, de cara al profesional.
Hubo suspenso porque la respuesta políticamente correcta habría sido por cierto algo así como:"Siendo ahora el presidente de todos los argentinos, sin duda que hincharé por River".
No obstante Mauricio Macri fue sincero y respondió que si River alcanzaba el título mundial recibiría a la delegación en la Casa Rosada, pero que NO iba a querer que triunfara River. Además, agregó que en el rival también juegan dos argentinos, Mascherano y Messi.
La escena misma, a mi juicio, humanizó la conferencia. No creo que en ningún otro país, algún representante de la prensa se hubiera atrevido a romper el esquema con una interrogante que para muchos pudiera parecer hasta frívola y que, además, el recién electo la contestara con tanta autenticidad. Para mí, al menos, fue un deleite.