
Veo en la cadena Fox al delantero de Arsenal de Sarandí del fútbol argentino Luciano Leguizamón, quién ha marcado 21 goles en ese equipo.
El muchacho recuerda que tuvo que salir de su anterior club, Gimnasia de La Plata, porque cometió “el delito” de intercambiar camiseta en un clásico local con Juan Sebastián Verón, de Estudiantes.
Por ese hecho NUNCA MÁS pudo jugar en Gimnasia. En otros términos fue considerado traidor a la causa y renegado.
Culpables de ese acto irracional de salvajismo “deportivo” son no solo los barristas de Gimnasia que le hicieron la vida imposible a Leguizamón desde aquel minuto, sino sus dirigentes que le enrostraron el proceder y también el cuerpo técnico que avaló la posición fanática de los directivos y de su hinchada.
Como contrapartida de esa aberrante situación que no es la única que se produce en el mundo del fútbol en diversas latitudes y por cierto no excluyo a Chile, resalto un hecho en que mentes sanas y espíritus visionarios tratan de evitar en nuevas generaciones de futbolistas, que esos precoces deportistas caigan muy temprano en sus vidas en las redes de ese circulo vicioso de tratar de ganar a cualquier precio y en aprender la mayor cantidad posible de malas artes y trampas.
En el blog Clan de Fútbol de mi amigo cibernético español José Ramón Ramírez Rubio, agente de jugadores, aparece un valioso artículo que tiene que ver con inculcar a niños de las divisiones menores, normas de conducta y de hidalguía para afrontar su condición de futbolistas, en un marco de ideales muy poco utilizados a ninguna edad en el deporte mundial.
Aquí en Chile hemos visto en las mañanas de domingo en los campos donde desarrollan su actividad las divisiones cadetes, verdaderas batallas campales entre los niños protagonistas, amén de la acción desenfrenada de barristas de los mismos clubes que dan rienda suelta a sus bajos instintos, del mismo modo como lo hacen con ocasión de partidos entre adultos.
En este esquema resulta penoso observar también a entrenadores o dirigentes fanatizados por un resultado, sin considerar que la acción de tan incipientes deportistas en plena formación, debe ser mirada desde un prisma muy diferente.
Llama la atención en la nota publicada en Clan de Fútbol, la determinación de un Director Técnico en el sentido que su equipo, favorecido con un penal injusto, lance la pelota desviada desde el punto penal, para inculcar en sus dirigidos respeto por la corrección deportiva y humana.
Si lo desean les dejo pues con el artículo mencionado, abordable en el siguiente link:
El muchacho recuerda que tuvo que salir de su anterior club, Gimnasia de La Plata, porque cometió “el delito” de intercambiar camiseta en un clásico local con Juan Sebastián Verón, de Estudiantes.
Por ese hecho NUNCA MÁS pudo jugar en Gimnasia. En otros términos fue considerado traidor a la causa y renegado.
Culpables de ese acto irracional de salvajismo “deportivo” son no solo los barristas de Gimnasia que le hicieron la vida imposible a Leguizamón desde aquel minuto, sino sus dirigentes que le enrostraron el proceder y también el cuerpo técnico que avaló la posición fanática de los directivos y de su hinchada.
Como contrapartida de esa aberrante situación que no es la única que se produce en el mundo del fútbol en diversas latitudes y por cierto no excluyo a Chile, resalto un hecho en que mentes sanas y espíritus visionarios tratan de evitar en nuevas generaciones de futbolistas, que esos precoces deportistas caigan muy temprano en sus vidas en las redes de ese circulo vicioso de tratar de ganar a cualquier precio y en aprender la mayor cantidad posible de malas artes y trampas.
En el blog Clan de Fútbol de mi amigo cibernético español José Ramón Ramírez Rubio, agente de jugadores, aparece un valioso artículo que tiene que ver con inculcar a niños de las divisiones menores, normas de conducta y de hidalguía para afrontar su condición de futbolistas, en un marco de ideales muy poco utilizados a ninguna edad en el deporte mundial.
Aquí en Chile hemos visto en las mañanas de domingo en los campos donde desarrollan su actividad las divisiones cadetes, verdaderas batallas campales entre los niños protagonistas, amén de la acción desenfrenada de barristas de los mismos clubes que dan rienda suelta a sus bajos instintos, del mismo modo como lo hacen con ocasión de partidos entre adultos.
En este esquema resulta penoso observar también a entrenadores o dirigentes fanatizados por un resultado, sin considerar que la acción de tan incipientes deportistas en plena formación, debe ser mirada desde un prisma muy diferente.
Llama la atención en la nota publicada en Clan de Fútbol, la determinación de un Director Técnico en el sentido que su equipo, favorecido con un penal injusto, lance la pelota desviada desde el punto penal, para inculcar en sus dirigidos respeto por la corrección deportiva y humana.
Si lo desean les dejo pues con el artículo mencionado, abordable en el siguiente link: