Chile hoy
Poco ha cambiado desde mi anterior artículo sobre el vandalismo desbordado en
mi país, asolado por dos fenómenos: las manifestaciones masivas y relativamente
pacíficas, y el saqueo de negocios grandes y pequeños, quema de accesos al
Metro y ataque despiadado sobre recintos públicos. Anteayer fue prácticamente
pulverizado el tradicional edificio de la Municipalidad (ayuntamiento) de
Quilpué, localidad de la zona de Valparaíso, y ayer el café literario de
Providencia, tradicional espacio para la cultura en el corazón de Santiago.
El gobierno modificó gran parte de su gabinete de ministros, cambió su agenda
legislativa y se abrió también a modificar el eje de una de sus más relevantes
reformas, la tributaria, en busca de una resolución de demandas sociales.
Algunos sectores califican de insuficientes las propuestas y -mientras millones
de chilenos anhelan el pronto retorno de la tranquilidad en paralelo al diálogo
por cambios sociales-, ellos presentan una acusación constitucional contra el
ex Ministro del Interior y pretenden incluso presentar otra contra el
Presidente, ambas sustentadas en las supuestas violaciones a los Derechos
Humanos que habrían sido cometidas por la policía y el Ejército, en medio del
control del orden público en los días de furia desatada que inutilizaron el
Metro, arrasaron con supermercados, cortaron la cadena de suministro y
paralizaron las ciudades.
De los derechos que poco se habla en la agenda de los políticos que intentan
adueñarse de las demandas de la calle, son los de cientos de propietarios de
comercios pequeños o medianos que se han quedado de brazos cruzados ante la
destrucción y el fuego generado por los vándalos; de los miles de trabajadores
que perderán el empleo o de los miles que han visto definitivamente dañada su
calidad de vida ante la destrucción de las estaciones de Metro y el colapso del
sistema de transporte. Suma y sigue.
Ya las Cumbres de APEC y COP 25 no se harán en suelo chileno, de modo que el
tan esperado encuentro entre los mandatarios de Estados Unidos y China, no será
bajo nuestros cielo. Queda por definirse si la final de Copa Libertadores, a
cargo esta vez de los futbolistas de River de Argentina y de Flamengo del
Brasil correrá la misma suerte. Se teme
una importante fuga de capitales de inversión y el erario nacional se verá
inmensamente afectado en la recuperación de los bienes destruidos. Actividades
de recreación como las propias competencias del deporte más popular, también se
encuentran inactivas por la falta de seguridad.
En varios barrios de Santiago, establecimientos de primerísima importancia como
las farmacias o no atienden por haber sido desvalijadas o cierran muy temprano
para que sus trabajadores alcancen a regresar a sus hogares antes de que
anochezca. Comunas completas, algunas de las más populares, se han quedado sin
supermercados, obligando a sus habitantes a desplazarse por la ciudad para
abastecerse.
Me hace sentido lo que señaló en el diario La Tercera el ingeniero comercial
Álvaro Pezoa, doctor en filosofía: "Se ha ido sembrando una sociedad de
sujetos de derechos sin correlativos deberes. Por ahí caminan miles de
individuos súper conscientes de sus innumerables (supuestas) prerrogativas e
indolentes a todo auténtico compromiso y obligación. Se ha cosechado a millares
de pseudoinfantes y adolescentes (aunque ya no se encuentren en edad para darse
tal lujo), que piden sin mesura tantas veces, sin ofrecer nada a cambio".
Lo que vive Chile hoy duele en el alma. Ha habido una explicable reacción de
gran parte del mundo político, sensibilizado para imponer o apurar medidas
conducentes a una mejor distribución de la riqueza, tratando de interpretar a
una calle que se expresa con furia y que no tiene una demanda en particular,
como sucedió en 2011 con las marchas de universitarios por “educación
gratuita”.
La democracia está amenazada, en el parlamento por una minoría que quiere
cambiar por secretaría el abrumador resultado de las elecciones de hace solo
dos años, y en la calle por una masa que quiere, supuestamente, “cambiar el
modelo”. En la otra vereda, algunos ven en esta "fiebre de justicia
súbita", de incierto origen, la pista que alimenta las sospechas contra
quienes se vanaglorian de que "estamos cumpliendo al pie de la letra lo
mandatado en el Foro de Sao Paulo" y que "una brisita bolivariana se
ha dejado caer sobre algunos países".
Me siento parte de otra gran mayoría, esa que no marcha, que vive hoy con
miedo, que anhela recuperar la calma en medio de este clima de polarización y
odio, y que, sin desconocer problemas sociales que aún existen en Chile,
se siente orgullosa de la trayectoria positiva y el avance que hemos construido
entre todos durante las últimas décadas.