Cuando mis hijos eran pequeños, les inculqué el respeto al buen hablar. Y creo haber ganado la batalla, la que claramente estoy perdiendo con mis nietos.
Eran tiempos en que en los medios, específicamente en radio, tratábamos de entendernos con el auditor en una forma cordial, espontánea, pero con pleno respeto por la lengua de Cervantes, sin que ello haya significado cursilería.
Pero pasaron los años y hoy en el dial- el chileno al menos- la procacidad abunda. Y no tiene nada de extraño si en la calle, en el metro, en los buses, en todas partes, se falta el respeto a la enormidad de palabras que nos abastece el buen decir, reemplazadas por vulgaridades.
Esto se hace extensivo a algunos blogger, quienes a mi entender también faltan el respeto a quienes tienen otro concepto del lenguaje, principalmente a las mujeres, las que no merecen que haya referencias tan livianas acerca de haber sido alguna de ellas objeto de acto sexual, para decirlo elegantemente.
No nos gustaría que esto se dijera de nuestras madres, aun cuando es indiscutible que la presencia de todos nosotros en este mundo, haya tenido origen en un acto sexual de ellas, porque en caso contrario deberíamos ser hijos adoptivos. Pero con gran ligereza las citadas referencias son para cualquiera, incluyendo en el concepto despectivo e injurioso a los varones, abundando las citas acerca de "vieja c..... o simplemente c........o.
En lo que atañe a la generación nueva de mi familia, doy por perdida la batalla por el buen decir.
Tras constantes filípicas al respecto, hace poco retiré a parte de mi elenco de nietos desde su colegio. Ya en el auto puse la radio. De súbito, un actor a quién estaban entrevistando y mientras yo le hablaba a los niños de la enorme variedad de palabras que nos permite el castellano, empezó a hablar a garabato limpio, con lo que por cierto legitimó lo que yo estaba descalificando.
Desde ese momento mis nietos deben pensar que el Opa les dice en esta materia puras weas..
Me temo que este fenómeno de vulgarización al hablar es actualmente mayoritario en Chile y que no alcanza de un modo tan burdo al resto de los países de habla hispana.
Nuestra juventud, a viva voz, encuentra de lo más natural utilizar el garabato casi palabra por medio.
La palabra mayoritariamente usada, tiene que ver con los huevos y todas sus derivaciones. De cada veinte, al menos diez de ellas hacen referencia al producto de las gallinas, inocentes las pobres del mal uso que se da semánticamente a su creación.