Hace ya varias décadas, en que todavía funcionaba el famoso teatro de revistas Bim Bam Bum, en pleno centro de la capital, concurrí a uno de sus espectáculos interesado por un caso particular.
Sucede que el entonces joven comediante Ronco Retes, en una parte de su rutina, me imitaba. Tuve el honor en esos tiempos, que mi voz fuese imitada por artistas del renombre de Coco Legrand, incluso en un Festival de Viña, o por Fernando Alarcón en un Clásico Universitario.
Todas esas imitaciones tenían como característica curiosa que para lograr mejor efecto, el Ronco, Coco y Fernando estiraban con sus manos sus mejillas. Yo traté a la vez de imitar a mis gentiles imitadores, pero no me resultaba así, y por el contrario se me deformaba la voz.
Pero es un detalle anecdótico. El hecho es que cuando me contaron de la imitación que me hacía el Ronco Retes, concurrí al Bim Bam Bum, llegando a última hora y ubicándome en la última fila, para pasar "piola".
El Ronco se dio cuenta y en el momento de la imitación, los reflectores se dirigieron hacía mi y tuve que saludar al público.
Recuerdo hoy esos años tan buenos para mi y para el propio Ronco Retes, quién iniciaba una carrera brillante, logrando la consagración más adelante con personajes inolvidables como don Fermín.
En las últimas horas me estremeció la noticia proveniente de Linares, que daba cuenta de la agresión sufrida por el Ronco, de por sí enfermo desde hace tiempo, a manos de su propio hijo.
Es todo un contrasentido que quién nos hiciera reir por décadas, en su vida real tenga tantos justificados motivos para llorar. Ya recibir una agresión por razones baladíes es una afrenta, pero que se la propine un hijo debe constituír motivo de congoja infinita.
No sé si el querido Ronco Retes pudiera tener acceso a este recuerdo, pero me agradaría que en este momento de sus dolores físicos y espirituales, el talentoso artista supiera que el imitado en el Bim Bam Bum, aquella noche primaveral de hace unos 30 años, está con él.