Algo más acerca de las recientes elecciones en Chile.
En la multiplicidad de propaganda callejera autorizada desde un mes antes, llamaban la atención "los ofertones" que hacían los candidatos a concejales.
"No trances tu seguridad" decían los carteles que invocaban a votar por una candidata en mi comuna.
Luego se enumeraban las medidas modernas, científicas y tecnológicas que ella adoptaría para un anhelo común, erradicar la delincuencia.
Lo insólito es que esos ofertones resultan fuera de lugar, porque la influencia de los concejales en el desarrollo comunal no es tan grande como para asegurar cambios importantes.
Pueden proponer, pero de allí a que logren éxito en esos proyectos ya depende de todo el Concejo Municipal y fundamentalmente del alcalde mismo, dentro de parámetros generales emanados de autoridades centrales. Por cierto el factor presupuesto es vital en la materia.
Pero querer aparecer como poseedora de una varita mágica para solucionar problemas de vieja data, es un hecho que no ayudó a la candidata, que fue derrotada, como posiblemente otros aspirantes corrieron la misma suerte en distintas comunas.
Si por el contrario salieron elegidos, ahora recibirán el justificado interés de sus votantes por comprobar acaso cumplen sus promesas dentro de sus limitadas atribuciones.
Esto de los ofertones me recuerda la época en que en nuestro país junto a los alcaldes, en lugar de concejales se elegía regidores, una especie de equivalente.
Al viajar por carretera rumbo a la llamada Costa Azul de Chile, me encontré entonces con unos letreros de publicidad electoral dignos de Ripley:
"En San Antonio, vote por fulano para regidor, contra la proliferación nuclear".
Qué audacia la de aquel candidato. No pretendía ser presidente de los Estados Unidos ni siquiera de Chile. Tampoco senador o diputado. Ni siquiera alcalde de su comuna. Simplemente era aspirante a regidor... pero aseguraba que su nombre era la mejor carta "CONTRA LA PROLIFERACIÓN NUCLEAR". ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡