Desde muy niño soy admirador de los argentinos. De cuando leía Billiken, de cuando me emocionaba con Gardel. De cuando oía a Borocotó por la onda corta de Radio Splendid y soñaba con llegar a relatar fútbol alguna vez como Fioravanti, a mi juicio el mejor narrador deportivo de habla hispana de todos los tiempos.
Soy de la época en que campeaban como estrellas del balompié Alfredo Di Stefano y José Manuel Moreno. Al posteriormente astro consular del Real Madrid, lo vi por River en el Campeonato de Campeones de Sudamérica en 1948 en Chile, una especie de torneo precursor de la actual Copa Libertadores. Yo tenía entonces 12 años. Al charro Moreno proveniente también de River Plate, lo vi integrando el equipo de Universidad Católica en 1949, año del primer título de la UC en el fútbol nacional. Por la imagen que ellos y tantos argentinos que al paso de los años dejaron en nuestro país su categoría y calidad, sigo a la distancia los vaivenes del fútbol trasandino con veneración.
Por tanto me duele la mascarada que acaba de inventar la dirigencia actual del fútbol al otro lado de la cordillera. Como para distraer al público tras el fracaso en Copa América. Porque para potencias como Brasil y Argentina, sobretodo Argentina como dueño de casa, otra denominación sería muy benevolente. Distinto es el caso de Chile. Nosotros aspirábamos a más en el reciente certamen y quedamos fuera inesperadamente de las semifinales. Pero si nunca hemos ganado ni la Copa América ni menos un Mundial, por cierto nuestras ambiciones no podrían ser como las de las potencias del continente.
Cuando parecía que el tema central de discusiones sería la planificación para las próximas eliminatorias mundialistas, la AFA dio un golpe de timón, aceptado sumisamente por la gran mayoría de clubes, que suponen con el nuevo sistema un saco de dinero.
A contar de 2012 se fusionarán las dos divisiones mayores en el fútbol de nuestros vecinos.
Entonces, los clásicos que el descenso abortó porque River ya no podría jugar con Boca, ni Huracán con San Lorenzo, ni Gimnasia con Estudiantes, entre otros, debido a haber descendido los nombrados primero, se realizarán normalmente a contar de la próxima temporada, aparte del hecho que se anula la famosa medición del promedio de los tres últimos años, por lo que por arte de magia se salvan de cualquier peligro, equipos grandes como San Lorenzo o Racing quienes al menor descuido podrían haber seguido la infausta ruta de River.
Lo peor es que es Vox Populi que este cambio se debe a la presión del gobierno central de Argentina dirigido a las autoridades del fútbol, motivada por intereses de populismo y de encontrar fórmulas con el objeto de restar a medios de comunicación determinados, de sus actuales derechos para televisar partidos.
Por mucho menos la FIFA ha quitado derechos a otras federaciones de fútbol, al constatar que autoridades políticas imponen criterios. Por tanto sorprende que en esta movida, el máximo organismo del fútbol mundial se haga el ciego, sordo y mudo.
Todo ello mientras el más poderoso de los descendidos, River Plate, se prepara para afrontar el próximo torneo todavía en esquema antiguo, sabiendo que sin importar que no termine entre los primeros, el próximo año igualmente volverá a la serie de honor, aunque sea acompañado por cerca de 40 otros clubes.