Como en las novelas policiales, la apasionante final de la Copa del Mundo quedó definida recién en la penúltima página, en el marco de un electrizante partido.
España demostró que esa derrota tan sorprendente frente a Suiza al comienzo, fue apenas un tropiezo simple que no dejó secuelas.
De modo que el domingo tendremos a este elenco español, macizo, lleno de variantes, con jugadores talentosos pero a la vez solidarios en función de grupo, enfrentar a los holandeses, que de "naranja mecánica", apodo antiguo, se han convertido como alguien observó en "naranja automática".
Claro. Será una final inédita y hasta inesperada, pero justa en términos de producción durante este Mundial.
Y la disputa por el tercer lugar este sábado, debería tener matices distintos, tomando en cuenta que en general es un encuentro de desencantados.
Desde el punto de mira charrúa, que hace décadas estaban fuera del brillo de los lugares de avanzada, el tercer puesto sería todo un logro, mientras que para los germanos significaría un peldaño más en la consolidación de una generación de futbolistas mayoritariamente renovada y por tanto de gran futuro, pese a la frustración de haber caído ante los hispanos.
Para los sudamericanos que estaban con 5 representantes hasta Octavos y con 4 en Cuartos, la esperanza de una producción final de enorme relieve, fue pulverizada con las caídas de Brasil y Argentina, y pese al llamativo accionar de paraguayos y uruguayos, estos últimos con el mérito enorme de llegar vigentes a la última parte del torneo.
En medio de esta vorágine mundialista, aquí en Chile una noticia de poca figuración periodistica, me remeció fuertemente. A los 92 años de edad murió Hernán Fernández, uno de los más notables arqueros chilenos de todos los tiempos.
Recuerdo mi infancia y adolescencia, conmovido con la asombrosa elasticidad de un portero que en el arco de Unión Española y de la Selección Nacional destacaba con ribetes propios.
En un Campeonato Sudamericano de Fútbol, actualmente Copa América, el Nano Fernández fue con sus atajadas constantes y prodigiosas el asombro del público argentino, que según crónicas de la época "pedía mujeres chilenas para casarse" una noche de 1946 en que Fernández lo contuvo todo en la increíble victoria de Chile ante Paraguay por dos-uno.
Los guaraníes dominaron durante los 90 minutos, pero el guardían del arco chileno resultó casi inexpugnable.
Con el paso de los años ya como reportero deportivo, conocí al Nano Fernández en la última etapa de su carrera, atajando en Santiago Morning, pese a que luego terminó su campaña en "la Unión" de sus amores.
Cómo habría gozado hoy el Nano con el momento que vive la selección española, pero hace un par de días nos dejó, con apenas un pequeño párrafo en un diario de la mañana, junto a una foto de sus tiempos de gloria.
El resto de la prensa no se dio ni cuenta que había partido para siempre una gloria del fútbol nacional.
El problema es que las nuevas generaciones de aficionados y de periodistas deportivos no siempre respetan la historia de este deporte... y muchas veces, como en este caso, ni la conocen.
Por ello, humildemente, en medio de la fiebre por Sudáfrica 2010, extiendo este recuerdo en homenaje al Nano Fernández.