lunes, julio 03, 2006

Vándalos

Sorprende que la Intendencia Metropolitana se muestre satisfecha con el entorno que tuvo la final del fútbol chileno. Nos estamos conformando con todo, minimizándolo todo. Que los vecinos del Estadio Nacional hayan cerrado sus ventanas a full con persianas por miedo al vandalismo, parece ser lo de menos. Que haya un herido grave con peligro de muerte, no interesa. Que algunas personas hayan tenido que irse a sus casas antes de entrar al estadio mismo, por lesiones sangrientas en sus rostros, tampoco interesa. Que el odio infame de las barras, les haga sentir casi una obligación lanzar piedras hacia los rivales por el solo hecho de encontrarse casualmente muy cerca, pese a todas las medidas de aislamiento entre ellas, parece estar también en el concepto de que es lo de menos. Que ese odio reconcentrado haga que los cánticos y estribillos estén cargados del mismo encono contra el rival, tampoco importa. Total, nos hemos acostumbrado. En 1959, en la anterior final entre albos y azules, se jugó de noche y a nadie se le habría ocurrido insultar en coro a los adversarios ocasionales, ni menos tratar de causarles daño físico. No habían nacido todavía ni los Kramer ni los Anarkia ni ninguno de los actuales próceres. Todavía Abel Alonso tras los primeros brotes de las Barras Bravas, algo así como una década después, no había dicho como Presidente de la entonces Asociación Central de Fútbol su famosa frase "al que no le guste que se vaya a la ópera". Pero toda esta barbarie, ante la cual nos cruzamos de brazos, no es culpa por cierto del conformismo de la Intendencia. Mientras los dirigentes de los clubes sigan propiciando y apoyando a Los de Abajo, la Garra Blanca o entes similares, no podremos sorprendernos del llanto desconsolado de un niño, al ser alcanzado junto a su padre por el agua del guanaco de carabineros, como lo mostró la tele, en una acción destinada a frenar el vandalismo de otros. Ese pequeño suponía lleno de ilusión que iba a asistir a un espectáculo deportivo y no a la acción desquiciada de los mismos de siempre, sean de camiseta azul o blanca.

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