Por Mauricio Lob
En junio de 2006, con motivo del día del padre y en plena Copa del Mundo de Alemania, le "regalé" a don Esteban este lugar en la blogósfera. Él ya estaba retirado, pero era evidente que, desde que había dejado su último programa estable en la radio, estaba incómodo, intranquilo y de un inusitado mal humor. Le faltaba micrófono para saciar su costumbre y vocación de vincularse con el público, el que por más de cinco décadas lo había escuchado con atención. Y así como su voz había acompañado a miles de personas, él necesitaba ese espacio para comunicarse con ellas. Le costó convencerse de digitalizar sus reflexiones, pero finalmente se animó.
Durante más de 13 años, este blog se hizo parte de su rutina e, incluso, de sus autoimpuestas obligaciones. Llevaba toda una vida levantándose a las cinco de la mañana para abrir la radio, leyendo todos los diarios, escuchando y viendo cada noticiario, programa deportivo y partido de fútbol que se le cruzara por delante, para estar siempre bien informado. Jubilarse no sería, por tanto, una excusa para cambiar de hábito.
Partía de madrugada frente al computador, leyendo prensa nacional e internacional en internet, con una radio a pilas pegada a la oreja y la tele prendida de fondo. Su propia sala de prensa en casa, al estilo de las que habitó por largos años en Minería, Chilena, Agricultura, Nacional, Santiago, Nuevo Mundo, Portales, Carrera, Colo Colo y tantas otras, algunas de las cuales yo no alcancé a conocer, salvo por las historias que le escuché y que luego fue relatando, con la gracia de siempre, en este, su lugar predilecto. Se hizo seguidor de muchos de sus lectores, respondió con cariño cada comentario a sus posteos y estaba muy contento de haber hecho amigos de distintas partes del mundo a partir de su interacción en el blog. A algunos de ellos los visitó estando de viaje.
El domingo 22 de marzo de 2020, a sus 84 años, Esteban Lob dio por terminado su partido en esta tierra. En febrero, una neumonía infame y rebelde, no relacionada en absoluto con la pandemia que hoy golpea al mundo, había interrumpido las vacaciones que pasábamos juntos en EE.UU. y México, en la que sería su gira de despedida. En poco más de un mes de hospitalización, oxígeno, entubación y respirador artificial, se dinamitó esa vitalidad de la que hacía gala cada día, cuando pasaba más de 45 minutos arriba de una trotadora. La infección deterioró en tiempo récord esa enorme capacidad pulmonar que usaba para relatar los goles por la radio y apagar las velas desde lejos en cada cumpleaños.
Como buen sobreviviente, se dio maña antes para luchar, con mucha garra y corazón, soportando un complejo traslado en ambulancia aérea para seguir batallando, por más de 20 días, junto a toda su familia, en una UCI de Chile, el país que siempre reconoció como su tierra prometida, el que convirtió por decisión en su patria, su orgullo, su nación. El lugar donde en 1939, después de zarpar junto a 200 judíos desde Hamburgo, a bordo de la motonave Copiapó, encontró la libertad y la vida, el punto de fuga contra el holocausto y contra el triste destino de odio y violencia que acechaba a su familia en Alemania, donde nació el 20 de enero de 1936.
Hoy estamos muy tristes, pero a la vez muy conformes. Porque Esteban Lob sobrevivió más de ocho décadas a ese trágico destino. Porque nos demostró con creces que toda adversidad es posible de superar y que, con amor, humor, responsabilidad y mucho esfuerzo, se pueden alcanzar grandes sueños. Y porque aquí, en este espacio, nos legó gran parte de sus memorias y recuerdos. "Deportes, añoranzas radiales y pensamientos varios", puso en la descripción del sitio.
Acá está la historia del escape o de sus "raíces trágicas", como las llamaba; acá, sus memorias de infancia; su pasión por el fútbol y todos los deportes; su admiración por el tango y por Gardel; sus inagotables anécdotas de aquellos gloriosos días de radio y de grandes próceres de las comunicaciones; sus dedicatorias a los que partieron antes que él y sus reflexiones acerca de la vida, del amor, de la vejez y hasta de los pensamientos e ideas que se le venían a la cabeza en la mitad de la noche y que corría, en penumbras, a anotar en su libreta de apuntes. Y, por supuesto, también está aquí el testimonio infinito de su amor por mi madre, por nosotros sus hijos y por sus seis nietos, que le llenaban el pecho de orgullo y le iluminaban la mirada.
Como familia, con mucho cariño, dejaremos estas páginas abiertas, para que quienes las visitaban y lo alegraban con sus comentarios, puedan seguirlas disfrutando, recorriendo su historia viva y presente.
“Reconozco que, en perspectiva, mi vida tiene aspectos que parecen en algunos trazos sacados de una novela, pero que obedecen a una secuencia de luces y sombras, a final de cuentas. Creo, verdaderamente, que, pese a todo, mucho más de las primeras”.
(Esteban Lob, "Mis raíces trágicas", octubre 2013)