La selección chilena repitió la historia. Casi en los mismos términos de hace un año en nuestro Estadio Nacional. Cero por cero entonces y definición por penales. Cero por cero en la noche estadounidense y definición por penales. La diferencia fueron esos inexplicables 30 minutos adicionales que se insertaron esta vez para la final en caso de empate y que en todas las latitudes resultan un suplicio para los jugadores ya agotados de por sí. Que no vengan con la cantinela que son mejores que la inmediata definición desde los llamados doce pasos, porque, dicen, "los penales son una lotería". Lanzar penales en instancias tan determinantes requiere sangre fría, habilidad, criterio, puntería, tanto que insignes futbolistas como Messi y Vidal los llegan a perder, toda una novedad producida en la noche de Nueva Jersey.
Chile llegó a esta Copa América Centenario, en medio de un mar de dudas vinculadas con su falta de concreción. Los amistosos frente a Jamaica y México crearon una lógica sensación de incertidumbre. Pese al brillante juego que minimizó el de los aztecas en San Diego, caímos cero-uno, tras haber perdido en casa con los jamaiquinos.Al comenzar la cita de América, nos costó con Bolivia y con Panamá, hasta que apareció la calidad a toda prueba de esta generación nacional.
Es impresionante la serie de éxitos de esta constelación de astros de Barcelona, Bayern Munich, Inter de Milán, Bayer Leverkusen, Arsenal y otros clubes de buen rango, aparte de algunos regresados al medio chileno hace poco. Es más notoria todavía tras el largo fracaso año tras año de nuestros equipos caseros, en las Copas Libertadores y Sudamericana.
Afortunadamente Claudio Bravo, vacilante y errático en los primeros dos partidos, ya en tierra derecha ante México en ese histórico siete-cero; frente a Colombia en el dos-cero y esta vez con Argentina cuatro- dos por penales, fue imbatible como en sus jornadas brillantes en el pórtico de Barcelona. Messi elevó su penal, pero Bravo se lo atajó a Biglia. Ello aparte de otras paradas portentosas, cuando los argentinos ya gritaban gol.
Pero referirse a nombres propios resulta injusto, porque todos pusieron su hombro para el logro. Además Alexis Sánchez fue receptor del premio de la organización como el mejor jugador del torneo, Claudio Bravo como el mejor portero del campeonato, mientras que los seis goles marcados por Eduardo Vargas lo acreditan como el goleador de esta Copa América Centenario.
A estas alturas casi no vale la pena volver a aspectos inquietantes del cotejo, como la ligereza del juez brasileño Heber Lopes para expulsar a Díaz en Chile y a Rojo en Argentina, ni ciertos roces que casi se salen de cauce.
Para los chilenos es una fiesta que por poco común (pese a que ya van dos años consecutivos) se disfruta más.
Al final una mención ineludible: Juan Antonio Pizzi, tuvo que ocupar una banca en que el peso de sus antecesores, Bielsa y Sampaoli, le hacía la tarea más difícil. Este logro es un enorme mérito del DT argentino, con el agregado no menor del tiraje a la chimenea que le dio a caras nuevas no consideradas o poco utilizadas por Jorge Sampaoli, como Fuenzalida, Pulgar, Roco, Puch, Castillo. ¡Al César lo que es de...Pizzi!
Al final una mención ineludible: Juan Antonio Pizzi, tuvo que ocupar una banca en que el peso de sus antecesores, Bielsa y Sampaoli, le hacía la tarea más difícil. Este logro es un enorme mérito del DT argentino, con el agregado no menor del tiraje a la chimenea que le dio a caras nuevas no consideradas o poco utilizadas por Jorge Sampaoli, como Fuenzalida, Pulgar, Roco, Puch, Castillo. ¡Al César lo que es de...Pizzi!