Tiempos de Talca

Comienzos de la década de los 60. Habían quedado atrás mis tiempos en radios Prat y Cruz del Sur. Me incorporaba como joven locutor al elenco de estrellas de Radio Portales, recién nacida. Ahí estaba yo, de súbito, junto a Sergio Silva, Jorge Agliati, Hugo de Arteagabeitia y otros astros de la época.

Pero existian licencias que hoy serían imposibles.

Los sábado relataba el fútbol en Radio Balmaceda, a la que al cabo de algunos años me incorporaría en plenitud tanto en el área de prensa, como en la animación y narración deportiva.

Narraba los sábado por un acuerdo especial, que me permitía seguir cada domingo a Rangers por Radio Lircay de Talca, ya desaparecida, salvo que Rangers jugara los sábado y entonces yo transmitía el domingo un partido por la Balmaceda.

Pero en esa primera rueda de 1961 el equipo talquino jugó cada domingo en su ciudad, porque el estadio iba a ser transformado en la segunda parte del año, por lo cual en ese entonces Rangers solo haría de visitante.

De modo que durante toda una rueda del torneo, mi rutina en día domingo era la misma. Llegaba al viejo terminal de buses al sur en Plaza Almagro y emprendía el viaje en esa época de 4 horas a Talca.

Me esperaba pasadas las 12 en esa ciudad, Sergio Matamala, el empresario y director del programa deportivo. Nos ibamos a su casa donde almorzábamos con toda su distinguida familia, para luego trasladarnos al estadio Fiscal, porque el partido empezaba a las 15.30 horas, religiosamente, y la transmisión una hora antes.

Eran tiempos de Idelfonso Rubio- el papá de Hugo- en el arco, quién luego dio paso a dos porteros argentinos, altísimos en capacidad y estatura. El flaco Behrends y el palitroque Rodenack. Decían que Rangers contrataba a sus arqueros... por metros.

Más adelante, Rangers trajo en el ocaso de su carrera al gran Angel Labruna, quién jugó un solo partido, marcó un gol de tiro libre... y se devolvió a Buenos Aires. Venía acompañado de un promisorio jugador, llamado...Vicente Cantatore, el que como sabemos hizo huesos viejos en nuestro país y vive hoy en Viña del Mar.

Pero vuelvo a la rutina de cada domingo.

Tras el relato y los comentarios y entrevistas de mis colegas, mi jefe me trasladaba de nuevo a su casa para la once, e inmediatamente al terminal de buses, porque a las 7 de la tarde partía el vehículo que me llevaría de regreso a Santiago por otras 4 horas.

Arribaba de regreso a la capital a las 23 horas y a la mañana siguiente yo debía estar a las 7 de la mañana en Radio Portales, dando noticias y enseguida haciendo un programa para despertar (a los auditores, no a mí), junto a mi amigo Patricio Varela.

Pero la rutina del viaje de regreso de Talca se alteró cierta vez en que a Sergio Matamala se le había olvidado reservarme el pasaje de regreso. Haciendo uso de sus influencias, consiguió como favor especial que yo pudiera viajar de pie hasta Curicó y de allí sentado porque se desocupaba un asiento.

El único inconveniente es que me había acostumbrado a dormir las 4 horas del retorno y mi cuerpo estaba habituado a esa mecánica, de modo que al salir aquella vez el bus desde Talca y apenas apagadas las luces, me quedé dormido de pie, sujeto a un fierro.

Me dí cuenta de lo que había pasado, cuando me despertaron las luces de Curicó.

Fue una hora de sueño muy especial.