martes, marzo 07, 2017

Las penas de ser pésimo fisonomista


Resultado de imagen para Enrique Silva Cimma
Enrique Silva Cimma (1918-2012)
Jurista, académico, senador y Contralor General de la República.

De entrada digo que soy una calamidad para reconocer visualmente a las personas. Ese mal (porque lo es) lo tengo desde muy niño. Por supuesto causa enemistades múltiples y convicciones falsas como "Esteban estaba al lado mío y no me saludó.¡Qué se habrá creído el muy petulante!"

El problema es que los rostros no se me graban. Basta que me presenten a una persona en mi barrio y al día siguiente la veo de nuevo a kilómetros de distancia y lo más probable es que no tenga idea de quién se trata. Peor todavía es no reconocer a quienes con los que ha habido mayor conexión en el tiempo.

Leí que el famoso actor Brad Pitt pasa aflicciones similares. Mi "colega" dice padecer "ausencia de reconocimiento"  y que esa enfermedad  es una especie de agnosia que le impide recordar rostros y que incluso en una etapa grave puede hacer que quienes la padecen no se reconozcan a ellos mismos cuando se miran al espejo.

Un experto expresa que puede deberse a una lesión de la corteza cerebral que afecta a la percepción visual y que se generaría por ataques cerebrales, accidentes, traumatismos o también genética.
Sinceramente el caso me acongoja desde muy pequeño y no creo que en mi situación se haya producido por ninguna de las causas descritas. Pero de qué es una realidad, no tengo dudas.

La solución aparentemente fácil cuando alguien me dice  "Esteban ¿cómo estás?" es sincerarse y contestarle a aquel, "hola ¿de dónde nos conocemos?", pero generalmente es peor el remedio puesto que la "víctima" de la aparente descortesía, se ofende más todavía.

De modo que no creo padecer prosopagnosia, aunque el problema es real. El máximo bochorno vinculado, me tocó vivirlo durante un viaje de regreso de Europa en la década de los años 60. En ese entonces yo presentaba en Chile cada noche las noticias por televisión, por cierto en aquel entonces en blanco y negro. Al iniciar el vuelo al viejo continente me alegraba  saber que quienes me mirasen mucho durante la gira, debían ser familiares, amigos o conocidos personales míos y que no lo hacían porque les sonaba ese rostro televisivo. Entonces no me debería hacer la habitual pregunta, ¿ese señor me mira porque me conoce por la tele o porque lo conozco en persona?

Todo anduvo bien en la materia, hasta que en un trasbordo de vuelta a casa en Londres, me llamó la atención que un matrimonio me observaba detenidamente. No le dí mayor importancia, hasta que la señora aquella se me acercó y me dijo "¿usted es Esteban Lob, no cierto?". Me contó que en Chile me veían todas las noches en el noticiero  y que venían con su marido de vuelta de Moscú donde él fue a dictar charlas en calidad de profesor universitario. A todo esto, el esposo se me presentó diciéndome "Silva, mucho gusto. Usted que es conocido, ¿ah?".

Cuento corto, fue un ameno viaje en que aun cuándo no compartimos asientos, en cada escala nos volvíamos a juntar y a conversar.

Al día siguiente regresé a mis labores en el Canal 9 de Televisión de la Universidad de Chile y al revisar las noticias me encuentro con la del regreso al país, tras un viaje por Rusia, del Contralor General de la República Enrique Silva Cimma, por supuesto un connotado personaje nacional. 

Desde entonces me vuelve a la mente el momento en que don Enrique me comentaba lo conocido que era yo, sin que yo reparara que por supuesto él lo era muchísimo más.

En suma, no le doy a nadie ser mal fisonomista. Es un desastre.


24 comentarios:

Elvira Carvalho dijo...

Pois amigo Esteban estou no mesmo barco e remo para o mesmo lado. E também sou assim desde menina. E o curioso, é que vou a qualquer local, e meses ou anos depois sou capaz de o recordar, rua por rua, e uma qualquer imagem que veja do sítio, sou capaz de dizer o sitio exato onde fica. Mas com os rostos sou uma desgraça.
Vou contar-lhe duas estórias que até parecem anedotas. Casei depois de cinco anos de namoro. Seis meses depois do casamento, meu marido que era militar, foi destacado para a guerra em Moçambique. Partiu em Janeiro de 1970. Nós eramos muito apaixonados e não quisemos ficar separados 30 meses, pelo que eu fiquei de ir lá ter, já que nem podia ir com ele, porque o barco só levava militares, e porque era necessário que ele arranjasse casa para mim na cidade mais próxima, não podia ir ficar com ele no destacamento no mato.
Então tudo pronto parti de avião a 8 de Maio. Acredita que fiz a viagem toda, 18 horas de voo com 2 de escalas em Luanda e Brazaville, aterrorizada com medo de chegar ao aeroporto e não conhecer o marido? Minha companheira de viagem, viu-me tão aflita que me perguntou o que se passava. Depois de lhe contar, ela disse-me. "Não se preocupe se não o conhecer, ele conhece-a" E eu "E se assim não for? Como vou fazer numa terra estranha sem conhecer ninguém?" E ela, (que devia estar a pensar que eu era maluca) "olhe não se apoquente. Quando sair vai ao balcão e pede para o chamarem ao microfone." E pensando seriamente nisso acalmei.
Escuso dizer que não foi preciso. Mas que o medo esteve comigo toda a viagem, por ser como sou, esteve.
Doze anos depois, um amigo do marido, convidou-nos para passarmos o final do ano em sua casa, deu uma festinha para alguns amigos. No dia de Reis encontramos a mulher dele, estivemos à fala com a senhora, e quando nos despedimos, o marido que me conhece melhor do que eu mesma, disse-me "Não acredito que não conheceste a senhora" Pois não tinha reconhecido.
Um abraço

Rafael Humberto Lizarazo Goyeneche dijo...

¡Ah, caramba! No sabía que era una enfermedad, Esteban, a mi me pasa muy a menudo. No reconozco a las personas, y cuando las reconozco no me acuerdo del nombre... me saludan y tengo que alargar la conversación para lograr ubicarme en el tiempo.

Abrazos.

esteban lob dijo...

Qué interesante, Elvira. Parte de tu vida parece argumento cinematográfico.Con todas sus facetas de esperanza, dudas, reencuentro, dificultades.Y me imagino hasta el entorno que daba la naturaleza a la guerra de Mozambique.Gracias por compartir esa apasionante historia.

esteban lob dijo...

Yo tampoco sabía que fuera una enfermedad, Rafael, hasta que he leído varios testimonios al respecto.En mi caso a estas alturas de la vida no tengo interés en averiguar si mi caso es coincidencia o patología. En cuánto a lo de no recordar nombres, me pasa comunmente y tengo que realizar el mismo ejercicio que mencionas.

Abrazo.

Tatiana Aguilera dijo...

Hola Esteban..una más por acá, es que soy un desastre. No logro guardar en mi memoria la fisonomía de las personas. Es simplemente imposible. Tanto así que, converso con alguien y después pasadas algunas horas simplemente no logro reconocerlo/la y, los nombres, uff...
Un gran abrazo para ti.

esteban lob dijo...

Me sirve de consuelo Taty, que no soy el único.Otra variante de "nuestro" problema (al menos en mi caso) es que en la duda de si saludé o no a alguna persona, lo vuelvo a hacer.

Abrazo.

Liliana dijo...

Ya había escuchado de esa enfermedad, no sé si será lo mismo, pero a mi lo que me ha pasado es que alguien me habla para saludarme y yo en ese momento estoy pensando que se ha equivocado que no soy yo, que me ha confundido....y pues resulta que no, que la equivocada soy yo!!

Saludos =)))

esteban lob dijo...

Esa variante también la experimento, amiga Liliana, o creo que está saludando a la persona del lado.

Ana Mª Ferrin dijo...

Hola, Esteban. No dices si te sucede con todo el mundo o es algo selectivo. Esto último también me pasa desde niña.
Hay personas que sin saber porqué, hable o no con ellas, sus rostros me quedan grabados a fuego y por tiempo que pase las reconoceré. Pero el resto se me despista y eso que mi memoria suele ser fotográfica, más de esencia e imágenes que de datos. Según un psicólogo al que entrevisté y acabamos hablamos del tema, en mi caso no lo veía como algo patológico. En principio lo achacaba al ser miope y más tarde, a que en ciertos trabajos donde son numerosas las personas que se conocen cada día, como la naturaleza es muy sabia utiliza esa característica como un mecanismo de defensa que ayuda al equilibrio mental.

esteban lob dijo...

¡Vaya, Ana María! Me pasa no "con todo el mundo" pero sí con gran parte del mundo. Por supuesto a mi esposa y a mis hijos siempre los reconozco, pero puede que a otros familiares más lejanos no.Es interesante la opinión del psicólogo que mencionas. Yo no tengo miopía, pero desconozco si mi caso posee alguna característica selectiva, creo que no.Lamentablemente puedo sostener una charla con alguien y al irse esa persona, no me queda más que preguntar, ¿quién es?
Agradezco tu valioso aporte que me ayuda a entender.

Gabriela dijo...

Cómo te habrás sentido por el incidente con tu compañero de viaje que hasta ahora lo recuerdas.
No entiendo esa actitud de quienes dicen "qué petulante". Qué poca empatía, ¿no se les ocurre que uno puede estar distraído o que ver una cara en un contexto distinto al habitual confunde? A mí me molesta que me digan "sobrada" (petulante) porque al cruzarme por la calle a metros de distancia no saludo a alguien conocido. ¡Como si fuera mi obligación ir mirando las caras a ver si encuentro un conocido!

esteban lob dijo...

Bravo Gabriela. Te voy a designar mi directora de Relaciones Públicas, jajajaja.
Bromas aparte, estoy totalmente de acuerdo con tu punto de vista. Lamentablemente no todos "nos" comprenden.

Mari-Pi-R dijo...

Mi esposo es un mal fisionomista, y lo peor de ello es que él tiene un rostro que toda persona que lo conoce no se olvidan de él, con lo cual te puedes imaginar que siempre me va preguntándome a mi y de que lo conozco.
Un abrazo.

esteban lob dijo...

Me das una idea Mari: Formar una organización internacional de mal fisonomistas. Seríamos muchos, sin duda. El único problema es cómo hacer para reconocernos entre nosotros.

Abrazo.

Pedro Luso de Carvalho dijo...

Amigo Esteban, quando alguém não reconhece uma pessoa, a quem foi apresentada, já é uma situação desagradável, pior ainda quando essa pessoa tem grande destaque social, como Enrique Silva Cimma; não é situação das mais agradáveis. Mas se o Brad Pitt passa por isso.. . Uma ótima crônica.
Um abraço. Pedro.

esteban lob dijo...

Efectivamente estimado Pedro. Claro que el bochorno se atenuó con el paso del tiempo, cuando en el movimiento periodistico habitual y convertido don Enrique en Ministro de Estado, me correspondió entrevistarlo, ocasión en que sinceré mi experiencia de entonces y todo terminó entre risas.

Felipe Tajafuerte dijo...

Yo también soy un desastre. También me sucede que reconozco a personas pero no sé quienes son ni de qué les conozco. Me consuela, aunque sea consuelo de tontos, el saber que hay muchos como yo. Saludos

esteban lob dijo...

A mi, Felipe, también me da cierta conformidad el saber que somos muchos. Pero como dije más arriba, si hacemos un club no nos reconoceríamos.

Saludos australes.

RosaMaría dijo...

jajaja... menuda anécdota. A mí me pasa al revés, soy muy fisonomista pero no recuerdo los nombres y también me resulta embarazoso preguntárselo. En fin, no nos hagamos mucho problema hoy pues tenemos la disculpa de la edad No te parece? Abrazos

esteban lob dijo...

Es una gran disculpa, RosaMaría...pero válida.

Abrazo.

Ricardo Tribin dijo...

Interesante anécdota, mi estimado Esteban.

A mi me pasa pero con los nombres.

Un abrazo.

esteban lob dijo...

Cada uno con su problema, estimado filósofo.

Abrazo austral.

Manuel dijo...

Recientemente hice un curso, que duró dos meses, y todas los día antes de entrar (sobre las 8 de la mañana), desayunaba en una cafetería que había junto al centro. Una mañana -ya acabándose el curso- llego a la cafetería y me la encuentro aún cerrada, y a un señor esperando a las puerta, que me saludó con un ¡Hola, Manuel!. Allí estuvimos hablando de cosas triviales durante unos minutos, hasta que abrieron las puertas desde el interior; entonces al entrar le cedí el paso, a quien yo pensaba que era un compañero del curso, que me dijo: "discúlpame, en un momento nos vemos" -pensé que iba al WC-. A los dos minutos apareció el camarero que me preguntó: Manuel va a tomar lo de siempre... a lo que dije que si. Resumiendo, desayuné solo, porque el compañero no apareció. Bueno, pues tuvieron que pasar dos días para darme cuenta que la persona que estuvo conmigo, esperando a que abrieran las puertas, era el camarero: Fui incapaz de reconocerlo, simplemente por el hecho, de verlo vestido en la calle de particular, y a los dos minutos, verlo vestido con el uniforme de trabajo.
Así, que aquí tenéis un claro ejemplo, de que si se decide a abrir ese club, me tenéis que nombrar "Socio Honorario" por méritos propios. Y esto, como a ti, me viene de niño.
(Nadie es perfecto).
Un fuerte abrazo.

esteban lob dijo...

Jajajaja. En verdad, amigo Manuel, no debería reírme de casos como el que cuentas. En más de una oportunidad a destacados jugadores de fútbol a quienes yo había entrevistado vestidos de tales, tampoco los reconocía de mortales corrientes en la calle.Si hacemos el famoso club de mal fisonomistas, deberíamos poner en estatutos que en las reuniones todos deberíamos portar una clara identificación, al menos en la solapa.

Abrazo austral.