Las instituciones pasan...los hombres quedan
Tiempos de teletipos, lejos todavía de Internet y teléfonos personales.Yo en el Departamento Prensa de Radio Minería, al alba de un día ya muy lejano
El viejo dicho asegura que los hombres pasan, pero las instituciones quedan. Voy a demostrar que, en muchos casos, son las instituciones las que pasan y los hombres los que quedan.
En mi largo recorrido por los medios de comunicación, me ha tocado asistir a la distancia, porque ya no trabajaba en esas emisoras salvo en una, al funeral de mis queridas radios Prat, Presidente Balmaceda, Cruz del Sur y las más renombradas, Minería y Chilena.
En el caso de Minería, sí estaba de cuerpo presente cuando nos comunicaron que "no va más". Y al cabo de algunos meses moría una parte importante de la radiodifusión chilena. La radio que hizo de los shows en el viejo auditorio de la calle Moneda, una época inolvidable en el corazón de miles de chilenos. No había artista internacional de categoría que no llegase a Minería, antes del advenimiento de la televisión por cierto.
Tiempos de Radioteatros en lugar de Telenovelas, tiempos de Mireya Latorre y de Emilio Gaete. En ese entonces yo era solamente auditor de Minería. Auditor de Raúl Matas y Oscar Fock, de La Melodía Misteriosa Philco, del Colmao Llodrá. Al cabo de décadas llegué a esa radio señera, ya cuando el movimiento noticioso copaba gran parte de la programación.
Eran claramente ciclos nuevos y distintos, en que había que ganarle el quién vive a la tele. Y en ese ámbito, el Correo de Minería fue amo y señor por muchos años. Pero, súbita e inexplicablemente, Minería murió. Con toda su red nacional de emisoras.
Y tiempo después murió también Radio Chilena, la que supo cautivar a sus auditores en la década de los años 60, con una programación paralela a la incipiente televisión que ya causaba estragos en el dial. Mientras la pantalla chica ganaba adeptos a diario y las casas comerciales vendían más y más televisores, la Chilena en que me tocó en suerte estar, conquistaba la primera sintonía nacional en el aproblemado espectro radial, con inolvidables programas y unas cuántas voces identificatorias: Juan La Rivera, César Antonio Sántis, Pablo Aguilera, Hernán Pereira, Miguel Davagnino, Poncho Pérez, Juan Carlos Gil, Freddy Hube, Miguel Angel San Martín, María Pilar Larraín y quien escribe.
Antes, mucho antes, ya habían desaparecido radios Balmaceda y Prat. La que llevaba el nombre del héroe del 21 de mayo, fue en la década de los 40 sensación de sensaciones trayendo a Chile al máximo ídolo mejicano de aquellos tiempos, el Charro Jorge Negrete. Fue el trampolín, además, del entonces muy joven Raúl Matas y de otros caudillos de la radiodifusión nacional, como Carlos Alberto Palma.
Tuve el honor de llegar a Radio Prat en la década siguiente, relatando los partidos del Colo Colo de los hermanos Robledo y la fulgurante aparición del "Ballet Azul" de la "U".Tampoco existe ya radio Presidente Balmaceda, donde Renato Deformes efectuaba los mismos concursos que luego aparecieron como si hubieran sido invento de la televisión.
En Balmaceda me correspondió narrar el Mundial de 1962, teniendo de comentarista a quien usaba como seudónimo Juan Carlos Franco y que en verdad era aquel ciudadano que con el tiempo iba a ser Ministro de Minería, Benjamín Teplizky, ya fallecido.
Cierta vez, se nos dijo que el Radioteatro Yarur, tradición de los años 60, no se podía interrumpir "aunque se muriese el Presidente Kennedy". Y por esas cosas del destino, pese a la advertencia, decidí interrumpir el Radioteatro Yarur, cuando los teletipos golpeaban desesperadamente con la noticia de que el Presidente de los Estados Unidos estaba herido tras un atentado.
Faltaba poco para las 3 de la tarde en Chile, y sobre la base de ese simple anuncio de teletipos, mantuve en alto la noticia mientras llegaban complementos y luego la confirmación de que el mandatario norteamericano ya estaba muerto. ¡Y eso que no se podía interrumpir el Radioteatro Yarur, "aunque se muera Kennedy"!