Parece increíble que el equipo ganador, de juego galano y convincente que era Villarreal hasta hace poco, esté ahora convertido en un montón de jugadores erráticos y egoístas. Es claro que no se convencen que a Matías Fernández deben usarlo como aduana tal como lo hacían con Riquelme. El nuestro, de lo poco rescatable del Submarino Amarillo en la actualidad, no recibió en el partido de la víspera ante Valladolid por la Copa del Rey, ninguna reciprocidad por sus pases precisos a sus compañeros y, por lo general, lo ignoraban.
Como local ante un equipo de Segunda División, todo se daba para que el elenco de Pellegrini revirtiera el 1-2 en contra de hace una semana, pero fue peor. El antiguo club del Pato Yañez no solo clasificó sino que humilló a Villarreal, ganándole con un penal aunque tonto, existente, y con la ventaja de un jugador más durante largo rato, por una expulsión de esas en que es necesario contar hasta 10 antes de meter la pata: reclamos airados al árbitro.
De modo que lo que parecía el pasado domingo ante Athletic Bilbao el comienzo de una racha de victorias, quedó en puras promesas.
Lo que sí está claro, es el apoyo de la directiva de Villarreal al técnico chileno, al cual le renovó contrato, aunque este vence recién en junio, con lo que tomó partido claramente por Pellegrini quién "cortó" por indisciplina a Juan Román Riquelme, el máximo ídolo de la afición local.
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